· Necesita hablar de lo que ha pasado
· Comprender por qué
· Saber qué decir y con quién hablar
· No sentirse rechazado por compañeros, colegas y jefes
· Descanso emocional, no puede continuar su labor asistencial ese mismo día
· Sentirse útil, ver que ayuda a que nunca más vuelva a pasar
· Consejo jurídico
La frecuencia, las causas y las consecuencias de los eventos adversos para los pacientes se han estudiado de forma sistemática en los últimos años. Los planes en materia de seguridad de los pacientes se han extendido al conjunto de las instituciones sanitarias y se han puesto en marcha numerosas iniciativas. Pese a todos estos esfuerzos parece inevitable que, en determinadas situaciones, se sigan produciendo errores clínicos con repercusión relevante para los pacientes.
Ahora bien, aunque es evidente que los eventos adversos con consecuencias más graves tienen su peor cara en el sufrimiento de los pacientes y sus familiares y amigos, no son ellos los únicos que sufren y se ven afectados. También son víctimas los profesionales que se involucrados directamente o indirectamente en el evento adverso. En la literatura desde los 90 se habla de las segundas víctimas pero, en realidad, ¿qué son estas segundas víctimas?
Actualmente, el término de segundas víctimas se ha extendido también para referirse a los profesionales sanitarios que no se ven a sí mismos capaces de afrontar emocionalmente las consecuencias de verse involucrado en un evento adverso con consecuencias más graves para un paciente o un conjunto de pacientes.
No disponemos de una estadística real de cuál es actualmente la situación en España. De los estudios, pocos hasta ahora, que se han publicado tras encuestar a una amplia muestra de médicos de EEUU y Canadá deducimos que sólo un 5% del total de profesionales pueden librarse a lo largo de su vida profesional de estar cerca o muy cerca de un evento adverso.
En nuestro caso, cuando extrapolamos los datos de los estudios ENEAS y APEAS llegamos a la conclusión de que cada año un 15% de los profesionales sanitarios se ven involucrados en un evento adverso con consecuencias relativamente graves para los pacientes. Esta es la cifra de segundas víctimas con la que estamos trabajando.
Las reacciones no necesariamente son las mismas en todas las personas. Ahora bien, es común observar: confusión, dificultades de concentración en las tareas, obnubilación, confusión, dificultades de concentración, sentimientos de culpa, ansiedad, pérdida de autoestima, dificultades para disfrutar de un sueño reparador, se revive el evento una y otra vez, cambios de humor, primero en casa y luego en el trabajo, y dudas sobre las decisiones clínicas que debe adoptar a partir de ese momento.
Lógicamente también tienen miedo a las consecuencias legales y a la pérdida de reputación que puede acarrear su relación con el evento adverso.
Estas sensaciones pueden durar solo unos días o unas semanas, pero en ocasiones también pueden durar meses o toda la vida.
Hay que tener muy presente que tras un error clínico y por la confusión y dudas sobre sí mismo que experimenta el profesional, es más probable que si no se afronta esta situación y se esconde u oculta la realidad del evento, la probabilidad de otro error clínico se incrementa notablemente.
En el estudio que hemos llevado a cabo para conocer mejor la situación de las segundas víctimas y para el que hemos contado con un amplio número de profesionales de distintos ámbitos (salud mental, derecho, aseguradoras, comunicación social, etc.) hemos concretado las consecuencias emocionales, familiares y personales, las consecuencias legales, y también hemos empezado a hablar de las consecuencias de pérdida de reputación que las instituciones donde ocurren los eventos adversos tienen y de la que también deben preocuparse.
Sabemos que las segundas víctimas sufren una clara pérdida en su reputación profesional entre sus propios colegas y que tienen miedo a ser culpados por los pacientes. Por eso cambian su forma de interactuar con pacientes, su modo de práctica se vuelve inseguro. En la literatura se describe esta situación con el nombre de la famosa novela de Nathaniel Hawthorne la “letra escarlata” para describir el rechazo que experimentan de otros profesionales quienes cometen un error clínico. Muchas veces son los propios colegas los que actúan haciendo el vacío al profesional, pero sabemos, gracias a las investigaciones en seguridad del paciente, que la mayoría de los errores tienen en su origen razones de índole organizativa y no tanto personales. Acabar con esta situación es un primer paso.
Poder hablar con otros colegas es necesario, también contar con el suficiente respaldo institucional. En algunos casos será necesaria una intervención concreta, directa y personal a cargo de personal especializado (lo que incluye asesoramiento legal), pero son pocos los casos que pueden llegar a esta situación.
Hay varias iniciativas, todas ellas en EEUU, de las que podemos aprender qué acciones pueden ponerse en marcha. El programa ForYou del Hospital de Missouri es una clara referencia de cómo organizarse para ayudar a las segundas víctimas. El programa de apoyo del Catholic Healthcare West o del Johns Hopkins Hospital son otros dos referentes que conviene tener en mente cuando se está pensando qué hacer para ayudar a las segundas víctimas.
Nuestro grupo de investigación en un proyecto liderado con el Dr J Aranaz, y que contó con financiación de la Fundación Mapfre, ha identificado las principales consecuencias de los errores clínicos en los propios profesionales que se ven involucrados. En este estudio uno de las cuestiones que destacaría es la oportunidad que supone para el conjunto del centro y de la organización sanitaria para aprender y evitar una situación similar en el futuro. La cultura de seguridad que se comparta en el centro es clave para lograr que un error no sea una situación perdida. Otras cuestiones importantes hacen referencia a cómo preparar a los profesionales (especialmente a los residentes) para afrontar de forma efectiva los eventos adversos, qué deben hacer ante el paciente, sus familiares y sus colegas y sobre qué debe hacer una institución para ofrecer la cobertura necesaria a sus profesionales.Las sociedades científicas creo que deberían entre sus objetivos poner en marcha actuaciones para que los residentes sean cada día más capaces de afrontar exitosamente estas situaciones y sobre todo para difundir una cultura de seguridad que no se base en ocultar el error o evadirse cuando un paciente sufre un evento adverso.
Las instituciones sanitarias también deben actuar. En un entorno en el que los profesionales estamos sufriendo la crudeza de la crisis económica con medidas que suponen recortes en las nóminas y en los recursos que podemos emplear para tratar a los pacientes: Sentir que la Administración Sanitaria cuida a sus profesionales y se preocupa por su situación emocional y profesional ante un posible evento adverso, parece un camino posible y aconsejable.