FAQ

¿Cómo identificar una segunda víctima?

Una segunda víctima no muestra siempre síntomas. Depende de su historia, de su experiencia y por supuesto, de la severidad del incidente. A pesar de esto, puedes observar que se sienten solos y suelen sentirse inseguros en decisiones clínicas simples.

¿Qué necesita la segunda víctima?

Necesitan sentir que sus preocupaciones son escuchadas y comprendidas, y que siguen formando parte del equipo.

¿Qué podemos decirle a las segundas víctimas?

Nada, simplemente escucharles. Actitud empática.

¿Quién debería hablar con la segunda víctima?

Durante las primeras horas un compañero del Servicio o la Unidad. La mejor opción es un compañero que ya ha estado antes en esa situación. No necesariamente un experto.

¿Quién es el responsable del tratamiento de estrés post-traumático?

Depende de la organización, pero hemos aprendido que las segundas víctimas  no siguen el procedimiento normal para obtener ayuda, consejo o tratamiento psicológico. El procedimiento para una segunda víctima debería ser diferente y, en nuestro caso, reemplazamos  a los médicos generalistas y el servicio de salud mental por servicios médicos ocupacionales.

¿Cuánto tiempo necesita la segunda víctima para recuperarse?

Depende de la personalidad y de la gravedad del EA. Normalmente solo es necesario una conversación de una hora y media aproximadamente. Sin embargo, los compañeros de apoyo o personas de referencia deben estar disponibles durante los días siguientes al incidente.

¿Qué formación hacen aquellos que apoyan a las segundas víctimas?

El compañero de apoyo/Referencia debe aprender a escuchar con empatía y mantener una posición de calma. No deben juzgar ni decirle a la segunda víctima que debe hacer. Además, deben conocer los recursos de la institución disponibles, como consejo legal o consejos psicológicos.

¿Cuáles son las reacciones más comunes que desaniman a las segundas víctimas?

Ansiedad, miedo a las consecuencias legales y pérdida de reputación, flash-backs, baja autoestima y dudas de si van a poder continuar con su carrera médica.

¿En qué casos puede participar la segunda víctima en el Análisis Causa-Raíz?

Cuando esta participación tenga un efecto positivo en ellos y estén listos para participar. Cuando están envueltos en las mejora de  la gestión de la Seguridad y Riesgos son capaces de afrontar el distrés.

¿Cómo la cultura en seguridad influencia el apoyo a las segundas víctimas?

Absolutamente crucial porque necesitamos sustituir la cultura de castigo con una cultura pro-activa.

¿Cómo podemos introducir la guía?

Estrategias del Sentido Común o por Inoculación.

Un paciente ha fallecido ¿Qué podemos hacer?

Comunicárselo al Jefe de Departamento que es el encargado de activar el procedimiento; Asegurar que la segunda víctima ha sido sustituida por un compañero, pudiendo haber tenido la oportunidad de expresar sus sentimientos, dudas y miedos al equipo de apoyo profesional.

¿Cuáles son las barreras comunes para introducir un protocolo de segundas víctimas?

Es una nueva tendencia; el pensamiento de que es innecesario (esto es solo para malos médicos y enfermeros… ¡no aplicable a mí!).
 
 

Necesidades del profesional que se convierte en SV (Segunda Víctima)

 

·         Necesita hablar de lo que ha pasado

 

·         Comprender por qué

 

·         Saber qué decir y con quién hablar

 

·         No sentirse rechazado por compañeros, colegas y jefes

 

·         Descanso emocional, no puede continuar su labor asistencial ese mismo día

 

·         Sentirse útil, ver que ayuda a que nunca más vuelva a pasar

 

·         Consejo jurídico

                                      

 

Segundas Víctimas

La frecuencia, las causas y las consecuencias de los eventos adversos para los pacientes se han estudiado de forma sistemática en los últimos años. Los planes en materia de seguridad de los pacientes se han extendido al conjunto de las instituciones sanitarias y se han puesto en marcha numerosas iniciativas. Pese a todos estos esfuerzos parece inevitable que, en determinadas situaciones, se sigan produciendo errores clínicos con repercusión relevante para los pacientes.

Ahora bien, aunque es evidente que los eventos adversos con consecuencias más graves tienen su peor cara en el sufrimiento de los pacientes y sus familiares y amigos, no son ellos los únicos que sufren y se ven afectados. También son víctimas los profesionales que se involucrados directamente o indirectamente en el evento adverso. En la literatura desde los 90 se habla de las segundas víctimas pero, en realidad, ¿qué son estas segundas víctimas?

  • El término de segundas víctimas fue introducido por el Dr A Wu, de la Johns Hopkins University, en los años 90 para referirse al profesional que se ve involucrado en un evento adverso inevitable y que queda traumatizado por esa experiencia. Sin embargo, aunque el trabajo de A Wu es el más conocido y el que ha puesto sobre la mesa esta problemática, no debemos olvidar el valor del Dr D. Hilfiker quien a principios de la década de los 80 expuso su vivencia personal en el New England Journal of Medicine.
  • Muchos profesionales a lo largo de vida en algún momento se sienten mal, incómodos, inquietos y, en ocasiones, culpables, por alguna decisión clínica que no ha tenido un resultado que esperaban o, llevado el caso, que ha sido errónea. Es en estos casos cuando decimos que los eventos adversos tienen además de los pacientes, otra víctima: los propios profesionales.

Actualmente, el término de segundas víctimas se ha extendido también para referirse a los profesionales sanitarios que no se ven a sí mismos capaces de afrontar emocionalmente las consecuencias de verse involucrado en un evento adverso con consecuencias más graves para un paciente o un conjunto de pacientes.

¿Estamos hablando de un fenómeno raro o de algo muy corriente en nuestra práctica clínica?

No disponemos de una estadística real de cuál es actualmente la situación en España. De los estudios, pocos hasta ahora, que se han publicado tras encuestar a una amplia muestra de médicos de EEUU y Canadá deducimos que sólo un 5% del total de profesionales pueden librarse a lo largo de su vida profesional de estar cerca o muy cerca de un evento adverso.

En nuestro caso, cuando extrapolamos los datos de los estudios ENEAS y APEAS llegamos a la conclusión de que cada año un 15% de los profesionales sanitarios se ven involucrados en un evento adverso con consecuencias relativamente graves para los pacientes. Esta es la cifra de segundas víctimas con la que estamos trabajando.

¿Qué pasa por la cabeza de los profesionales que se ven involucrados en un evento adverso?

Las reacciones no necesariamente son las mismas en todas las personas. Ahora bien, es común observar: confusión, dificultades de concentración en las tareas, obnubilación, confusión, dificultades de concentración, sentimientos de culpa, ansiedad, pérdida de autoestima, dificultades para disfrutar de un sueño reparador, se revive el evento una y otra vez, cambios de humor, primero en casa y luego en el trabajo, y dudas sobre las decisiones clínicas que debe adoptar a partir de ese momento.

Lógicamente también tienen miedo a las consecuencias legales y a la pérdida de reputación que puede acarrear su relación con el evento adverso.

Estas sensaciones pueden durar solo unos días o unas semanas, pero en ocasiones también pueden durar meses o toda la vida.

Hay que tener muy presente que tras un error clínico y por la confusión y dudas sobre sí mismo que experimenta el profesional, es más probable que si no se afronta esta situación y se esconde u oculta la realidad del evento, la probabilidad de otro error clínico se incrementa notablemente.

En el estudio que hemos llevado a cabo para conocer mejor la situación de las segundas víctimas y para el que hemos contado con un amplio número de profesionales de distintos ámbitos (salud mental, derecho, aseguradoras, comunicación social, etc.) hemos concretado las consecuencias emocionales, familiares y personales, las consecuencias legales, y también hemos empezado a hablar de las consecuencias de pérdida de reputación que las instituciones donde ocurren los eventos adversos tienen y de la que también deben preocuparse.

¿Qué necesitamos cambiar para que los profesionales no se sientan tan desprotegidos?

Sabemos que las segundas víctimas sufren una clara pérdida en su reputación profesional entre sus propios colegas y que tienen miedo a ser culpados por los pacientes. Por eso cambian su forma de interactuar con pacientes, su modo de práctica se vuelve inseguro. En la literatura se describe esta situación con el nombre de la famosa novela de Nathaniel Hawthorne la “letra escarlata” para describir el rechazo que experimentan de otros profesionales quienes cometen un error clínico. Muchas veces son los propios colegas los que actúan haciendo el vacío al profesional, pero sabemos, gracias a las investigaciones en seguridad del paciente, que la mayoría de los errores tienen en su origen razones de índole organizativa y no tanto personales. Acabar con esta situación es un primer paso.

Poder hablar con otros colegas es necesario, también contar con el suficiente respaldo institucional. En algunos casos será necesaria una intervención concreta, directa y personal a cargo de personal especializado (lo que incluye asesoramiento legal), pero son pocos los casos que pueden llegar a esta situación.

¿Qué podemos hacer desde las sociedades científicas y desde las administraciones sanitarias?

Hay varias iniciativas, todas ellas en EEUU, de las que podemos aprender qué acciones pueden ponerse en marcha. El programa ForYou del Hospital de Missouri es una clara referencia de cómo organizarse para ayudar a las segundas víctimas. El programa de apoyo del Catholic Healthcare West o del Johns Hopkins Hospital son otros dos referentes que conviene tener en mente cuando se está pensando qué hacer para ayudar a las segundas víctimas.

Nuestro grupo de investigación en un proyecto liderado con el Dr J Aranaz, y que contó con financiación de la Fundación Mapfre, ha identificado las principales consecuencias de los errores clínicos en los propios profesionales que se ven involucrados. En este estudio uno de las cuestiones que destacaría es la oportunidad que supone para el conjunto del centro y de la organización sanitaria para aprender y evitar una situación similar en el futuro. La cultura de seguridad que se comparta en el centro es clave para lograr que un error no sea una situación perdida. Otras cuestiones importantes hacen referencia a cómo preparar a los profesionales (especialmente a los residentes) para afrontar de forma efectiva los eventos adversos, qué deben hacer ante el paciente, sus familiares y sus colegas y sobre qué debe hacer una institución para ofrecer la cobertura necesaria a sus profesionales.Las sociedades científicas creo que deberían entre sus objetivos poner en marcha actuaciones para que los residentes sean cada día más capaces de afrontar exitosamente estas situaciones y sobre todo para difundir una cultura de seguridad que no se base en ocultar el error o evadirse cuando un paciente sufre un evento adverso.

Las instituciones sanitarias también deben actuar. En un entorno en el que los profesionales estamos sufriendo la crudeza de la crisis económica con medidas que suponen recortes en las nóminas y en los recursos que podemos emplear para tratar a los pacientes: Sentir que la Administración Sanitaria cuida a sus profesionales y se preocupa por su situación emocional y profesional ante un posible evento adverso, parece un camino posible y aconsejable.